lunes, 15 de diciembre de 2014

Sapos Envenenado para la Paz

“El narcotráfico, el secuestro, y el reclutamiento de niños para la guerra son sapos envenenados para la paz
Me he declarado un furibundo seguidor de la paz, estoy convencido que en una guerra nunca hay ganadores siempre hay perdedores por eso el camino ineludible es la paz.

El mono "Jojoy" en el Caguán exhibiendo a militares secuestrados
 En esta nueva ronda de negociaciones en la Habana, donde se debaten temas muy complejos, me ha llamado la atención como a la mayoría de la opinión pública el caso del “narcotráfico”, el cual lo quieren convertir en un delito político para supuestamente allanar los caminos de la paz; este es sin duda un “sapo gordo bien envenenado que nos quieren hacer tragar” así  como lo es también el secuestro, el reclutamiento de niños para la guerra.

 Este sapo gordo envenenado del narcotráfico, lo quieren hacer aparecer como un delito “político conexo” es decir aquellos delitos comunes que por razones de la confrontación se han cometido, pero para tragar este “peculiar sapo” tenemos que estar “aguas” como dicen los mexicanos porque Pablo Escobar, Rodríguez Gacha alias el mexicano y sus compinches podrían levantarse de su tumba y reclamar sus beneficios.

 Noto cierta arrogancia, en la cúpula de las Farc a la hora de tocar los “mea culpa” como lo ha sido particularmente el caso de las “víctimas”, entre ellas el no reconocimiento de Clara Rojas y posteriores declaraciones públicas un poco salidas de tono. 

 Veo a un presidente Santos, bien intencionado y un proceso histórico de paz que ha llegado a niveles de negociación y acuerdos impensables, muy a pesar de sus conocidos y poderosos enemigos, pero el pretender por parte de las farc no pagar ninguna pena por los delitos como el narcotráfico, secuestro y el reclutamiento de niños y niñas para la guerra lo hace inviable.

 Ninguna causa, por justa que ella sea justifica los hechos evidentes de barbarie que se han cometido en esta guerra fratricida y absurda que por más de 40 años hemos arrastrado los colombianos como una carga muy pesada. Una actitud menos belicosa, acompañada de un perdón y arrepentimiento sincero al país y a sus víctimas es lo que esperamos los colombianos, entonces sí podría abrirse su espacio político sin reservas para hacer de la reconciliación nuestra bandera y la paz nuestro himno.

 Afortunadamente, La Corte Internacional de Justicia está atenta a este proceso y al que se hizo con los paramilitares para juzgar los crímenes de lesa humanidad cometidos por una generación de hermanos colombianos que se han equivocado y han traído luto y dolor a un pueblo colombiano alegre y amante de la paz.

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